Haz sólo lo que amas y serás feliz. El que hace lo que ama está bendítamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque todo lo que debe ser, será, y llegará naturalmente

Bailes de Salon Siglo XVII

Danza de salón y popular de los siglos XVII y XVIII

LA DANZA DE SALÓN

Una vez conquistada y  pacificada, la nueva España se convirtió, junto con el Perú, en la colonia mas prospera del vasto imperio español. Pronto se estableció, alrededor de la corte virreinal, una aristocracia que alcanzo grandes riquezas y se distinguió por la suntuosidad de sus fiestas. Los virreyes y altos dignatarios llagaban de España con gran aparato y numeroso sequito, y traían consigo las modas de la península, iniciando en la aristocracia novohispana una época de imitación, europea en todos los ordenes.
      Además de las fiestas privadas en el palacio virreinal y en las casas de los ricos españoles y criollos, los acontecimientos cívicos más señalados –cumpleaños de los reyes, bodas o el nacimiento de sus herederos, llegadas de virreyes y autoridades- se festejaban públicamente con gran brillantes. Había desfiles, mascaradas, arcos triunfales, comedias, danzas y certámenes literarios, todo ello en un estilo que iba dejando atrás las tradiciones medievales para  participar del fasto renacentista y barroco.
    En el siglo XVIII Europa recibió, especialmente en literatura, teatro y danza cortesana, la influencia del siglo de oro español, y, a su vez, España recibió y difundió formas musicales y danzas de sus colonias.
    En Nueva España se bailo lo que llegaba de la metrópoli, junto con formas originales o de las colonias vecinas. Los maestros siguieron activos, y quedan algunas noticias de ellos. Entre 1601 y 1616 son mencionados Florián de Vargas, Francisco de Morales, y el novohispano Pedro Moral. En las fiestas del corpus en Puebla actuaron en 1652, al frente de un grupo de once individuos, los maestros y bailarines Gregorio García y Alfonso de Pineda, y en 1698 Antón de Luna enseñaba a danzar en la ciudad de México. Para entonces eran ya muy numerosos los músicos y maestros negros, como Joseph Chamorro, en 1681 enseñaba tañer y danzar en la ciudad de Oaxaca. Estos maestros llevaban una vida muy activa: se encargaban, año por año, de poner las danzas para las fiestas del corpus, y enseñaban bailes populares del salón. A sus casas acudía gente de las clases bajas para aprender a bailar, mientras que los ricos que deseaban brillar en los salones en minuetos y alemandas eran enseñados en domicilio.
       Sobre su repertorio nos ilustra una colección de música de la época, el método de citara de Sebastián de Aguirre. En el aparecen muchas formas bailables, europeas y americanas: tocotines, el huasteco, Panamá, puerto rico de los negros, puerto rico de la Puebla, chiqueador de la Puebla, zarabanda, pavana francesa, gallarda portuguesa, vacas, balonas, canarios, folias, branles, chamberga, hachas, jácaras, marionas, marizápalos, morisca, pasacalles, torbellinos y villanos.
  Dos danzas americanas, nacidas entre los negros de Nueva España o del Caribe, fueron muy difundidas y dieron mucho de que hablar en su momento: la chacona y la zarabanda, ambas de origen popular, que después de escandalizar a América y Europa llegaron a ser importantes danzas cortesanas y distinguidos miembros de la suit. Ambas eran danzas alegres y sensuales, que se cantaban atrevidas coplas y se acompañaban con panderetas, castañuelas y cascabeles en los tobillos. Aunque mucho se ha especulado sobre su nacimiento, en todas las menciones contemporáneas concuerdan en atribuirles origen americano y en considerarlas danzas escandalosas, con movimientos y pantomima de carácter erótico.
    La primera mención conocida de la chacona se encuentra en el Entremés del platillo(1599), Simón  Aguado, quien, en su estribillo, hace una invitación para ti a Tampico, en la Nueva España, a bailarla:
Vamonos, vida, a Tampico,
Antes que lo entienda el mico;
Que alguien mira la Chacona,
Que ha de quedar hecho mona.

Lope de Vega también menciona al puerto de Tampico en relación con la chacona, y dice de ella:

Vida bona, vida bona:
Esta vieja es la chacona.
De las indias a Sevilla
Ha venido por la posta…

El diccionario de autoridades (1737) la definió así:


Son o tañido que se toca en varios instrumentos, al cual se baila una  danza de cuenta con las castañetas, muy airosa y vistosa, que no solo se baila en España en los festines, sino que de ella la han tomado otras naciones, y le dan este mismo nombre.

Algunos autores españoles la consideran como de origen negro. Cervantes la definió como una forma mulata originaria de las Indias, e indicaba que era ejecutada por negros llevados a la corte de Francia. Quevedo, por su parte, la llamo también “chacona mulata”.
   Por otra parte, también se ha pensado que su origen puede ser italiano (ciaccona), y hasta ha sido atribuida a los vascos. Lo cierto es que, después de haber sido practicada en el bajo mundo del México colonial, se difundió por la América hispana. A principios del siglo XVII era ya bastante conocida en España, y Lope de Vega se quejaba que, por su causa, se empezaban a olvidar “los instrumentos nobles, como las danzas antiguas, con estas acciones gesticulares y movimientos lascivos de las chaconas…” su música llego a penetrar en la iglesia, donde se tocaban y cantaban chaconas “a lo divino”. Posteriormente paso a Francia, donde fue adoptada como final de la suite de danzas de la corte, ya refinada y convertida en una danza muy elegante.
Algunas autoridades han atribuido a la zarabanda, basándose en la etimología de su nombre, origen árabe o moro. Se ha dicho también que se bailaba ya en España desde el siglo XII, siendo una danza de carácter sensual, con sinuosos movimientos de cadera, que se acompañaba con castañuelas. Sin embargo, según algunos autores del siglo XVII, esta danza no era ni muy antigua ni española. Cervantes comento, en El celoso extremeño (1613), que “el endemoniado son de la zarabanda era entonces nuevo en España”; el padre Juan de Mariana escribió que, aunque el la creía de origen sevillano, “otros le hacen cosa venida de indias”, y Jerónimo de la Huerta la llamo “ramera publica del Guayacán”.
    Las primeras menciones de esta danza provienen de México, y la más antigua letra que se conserva es la de una zarabanda “a lo divino” compuesta por Pedro de Trejo en 1556, cuyo estribillo dice así:

Zarabanda ven aventura
Zarabanda ven y dura.

También en México escribió fray Diego Duran, hacia 1579, que la danza india llamada cuecuechcuicatl era tan lasciva y ofensiva “como la que nuestro naturales usan”, llamada zarabanda. Para 1598, la chacona y la zarabanda habían llegado al Perú. Allí, entre las gentes “de mal vivir”, gozaban de gran popularidad, además del puerto rico, “la zarabanda y balona, el churumba y el taparque, la chacona y el totarque”.
        En Europa, la “terrible zarabanda”, ejecutada por bailarinas con escotados vestidos, panderetas y castañuelas, escandalizo profundamente a los moralistas. Uno de sus mas duros críticos fue el padre Juan de Mariana, quien escribió: “Entre otros ha salido estos años un baile o cantar, tan lascivo en las palabras, tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego en las personas muy honestas” Hacia 1583, en España, se amenazaba con 200 azotes y seis años en las galeras o el exilio a quien bailases. Quizás por ellos, en 1589, dijo de ella el Cancionero de Classence:

La zarabanda esta presa
Que dello mucho me pesa
Que merece ser condesa
Y también esperadora.

Al iniciarse el siglo XVII esta danza se ejecutaba ya en el teatro español, y aparece en el entremés de Los negros, de Simón Agudo (1602): “Van entrenando todos los negros que puedan en orden, danzando la zarabanda, con tamboriles y sonajas, y dan una vuelta al teatro.”
     Por el reino de Nápoles paso a Italia, donde Giambattista Marino, en su poema
L-Adone (1623), definió a la zarabanda y la chacona como danzas gemelas importadas de la Nueva España:

Piera il sozzo inventor chetranoi questa
Introduce premier barbara usuanza!
Chiapa questo suo gioco empio e profundo,
Zarabanda e ciccona il Nuevo Hispano…

Además de Marino, Villani, Brinoli Sale y Masrcardi describieron esta danza y la cordaron en Italia. Para 1613 ya era conocida en Francia, y Malherbe la considerada invento de los “salvajes americanos”. Su mala reputación llego hasta Inglaterra, donde Ben Jonson escribió: How they are tical-d by a Light aire, the bawdy saraban!.
       Finalmente, al ser adoptada por la corte francesa, la zarabanda se convirtió, en manos de sus maestros de danza, en una forma noble y mesurada, similar a la pravana y que, con excepcion del uso  de castañuelas y cascabeles, no tenta ya nada  que ver con su forma popular original. Su introducción y apogeo en las cortes y los salones  elegantes tuvo lugar en el primer cuarto siglo XVII, y se practico hasta principios del XVIII. A partir de 1620, su música, en tiempo de ¾, aparece en manales franceses para Laud, pasando a constituir al tercer movimiento de la suite.
      Su ejecución se extendió rápidamente al resto de Europa, y llego a ser muy popular en el teatro y los salones de Inglaterra, donde aparecieron, en manuales de danzas de salón, en 1696 y 1698: Saraband, Adson-s Saraband y a New Spanish Entry and Saraband Danced by Monsieur L-abbe befote his mahesty at Kensington anda t the Teatre in Lincoln-s Inn Fields, with Grat Applause.
Cuando su popularidad entre la sociedad declino, la Zarabanda, junto con la chacona, fue absorbida por la danza teatral.
    En España, en la segunda mitad del siglo XVII, la danza de salón de la corte incluía formas italianas, francesas y americanas. En los sones de palacio se mencionan alemandas, canarios, un “bailete francés”, francesa, gallardas, granduques, hachas, jácaras, gigas, marizápalos, marionas, matachines, paradetas, pavanas, ruggeros, saltarellos, tarantelas y voltas.
     En el siglo XVII, Francia fue la dictadora de la moda de bailes de salón, y el minué –de origen campesino y adoptado por la corte hacia 1670-, la gavota, el rigodón y la contradanza pasaron a España y de allí a sus colonias.
     En la Nueva España se bailo un repertorio muy extenso. En un manuscrito guanajuatense del siglo XVIII encontramos danzas europeas y americanas, junto con algunas formas populares –seguramente ya “domadas” por los maestros de danza-: gallardas, españoletas, villanos, el caballero, canarios, baylad, los impossibiles, jota, fandango, tarantelas, las vacas, el amor, jácaras francesas, la sombra, jácaras de la costa, gaitas, cumbées, zarambeque o muecas, el paloteado, folias gallegas, zangarilleja, chamberga, pasacalles para comenzar las seguidillas manchegas, granduque, marsellas, folias italianazas, al verde retamar, las penas, sarao o bailete de El Retiro, la amable, Fustamber, paysanos, paspied viejo la cadena, el cotillos, la Christian la vacante, cotillon nuevo, rigodón, y los minués: “de  trompas, del soldado, amoroso, afectuoso y del cisne”.
      Otro manuscrito novohispano, de la primera mitad del siglo XVIII, nos ofrece, entre otras, las siguientes danzas: minué, guastala, reverencia ingleza, la Maria bure, minué de Ansou, bailete de la Bretaña y minué de puchiforte.

   
     El Manuscrito Hague contiene dos colecciones de música barroca y danzas de salón, y nos ilustra sobre lo que se bailaba en México entre 1772 y 1829. En el se encuentran, además, las indicaciones sobre como ejecutar danzas como:

 El  babau fandango catalán, la gaita nueva, la gatoseada, el ship, el kalattin o Jack Latham, el papie anglois, el paspie de la princesa, las bodas reales, la gran caza, marche du roy, el carillón Dunkerk, la cuadrilla, la ora del pastor, la chacona de Arlequín y el minué de la princesa.




DANZA POPULAR

Las danzas populares siguieron tomando parte en las festividades religiosas, y eran ya de diversos géneros. En las fiestas del corpus de 1660 se mencionan, además de las comedias, “las danzas de españoles, negros, indios y mulatos”. En ocasiones se ofrecían premios a las que mejor lo ejecutaran, y el pueblo participaba con gusto en ellas.
    Además, la masa popular se divertía n fiestas y danza que provocaron, en el curso de los siglos XVII y XVII, indignadas censuras y prohibiciones de parte de autoridades civiles y religiosas y especialmente del Santo Oficio. Los negros jugaban en este aspecto el papel más importante; su influencia en la música y la danza de la época colonial fue muy grande, y sus huellas quedaron impresas en gran parte del folclor de los países donde hubo esclavos negros.
       Por otra parte, continuamente iban y venían danzas y nuevas músicas. Desde el siglo XVII, la zona del Caribe fue un crisol en el que se reunían, fundiéndose y distribuyéndose luego por los puertos novohispanos hacia Europa, danzas y música en las que se mezclaban características negras, mulatas, indias, mestizas y criollas. Hubo formas que venían de España y regresaban luego transformadas, y otras que iban de América a Europa para adquirir allá sus características definitivas, haciendo después el viaje inverso.
    La tolerancia de la Iglesia del siglo XVI hacia la danza popular disminuyo grandemente, y en los dos siglos siguientes encontramos que se ocupo constantemente en censurar, investigar y condenar bailes negros y mestizos como los jarabes, sones, gatos, los antepasados de los tangos, rumbas, danzones y habaneras y las guarachas y chucumbes.
     Desde mediados del siglo XVII se empezaron a hacer coplas, bailes y ceremonias en las que el pueblo se burlaba de la religión y sus ministros. Pronto adquirieron gran popularidad y, a pesar de severas reprimendas, interdicciones y castigos, sobrevivieron, disfrazadas o inventadas de nuevo con diferentes nombres.
    De los negros se prohibieron las “juntas” o  “bailes” que se organizaban en plena calles de la ciudad, las procesiones y las ceremonias llamadas “oratorios, escapularios y velaciones”, en las que se mezclaban elementos paganos con cristianos. Muy atacadas fueron las coplas del Chuchumbé, “por ser sumamente deshonestas y bajas sus palabras y modo que lo bailan”. Como, según se decía,”se baila la referida tonada con movimientos y palabras deshonestas y provocativas, causando grave escándalo”, se ordeno una investigación especial.
    De la familia de la rumba, estas coplas habían llegado de la Habana, por Veracruz, y pronto adquirieron gran popularidad entre la gente que desdeñosamente describían los españoles como”de color quebrado”. El informe presentado a la Inquisición en 1766 indicaba:
     Que el baile es con ademanes, meneos, zarandeos, contrarios todos a la honestidad y mal ejemplo de los que ven como asistentes, por mezclarse en el manoseo de tramo en tramo, abrazos y dar barriga con barriga bien que también me informa que esto se baila en casa ordinarias, mulatos y gente de color quebrado; no en gete seria ni en hombres circunspectos y si entre soldados, marineros y broza.

     No fueron solo las manifestaciones de origen negro las mas perseguidas. Revisando documentos de la Inquisición se observa que la iglesia libró una batalla muy reñida contra la naciente danza popular. A fines del siglo XVIII son numerosos los documentos en los que se niega a pueblos y ciudades el permiso para ejecutar danzas en sus fiestas, como en 1784, en que Xochimilco sol ilícito licencia para ejecutar danzas de pluma en su fiesta titular, y esta se le negó las prohibiciones alcanzaron también algunas danzas y representaciones que habían sido implantadas como medio de evangelización, como los “nescuitiles”, las representaciones de la pasión, las danzas de los “Santiagueros, y otros bailes supersticiosos “. Se alejaba que, “si en los principios de promulgada la fe católica en nuestros reinos se juzgo oportuno, por la incapacidad de los naturales sus habitadores, y para su cristiana introducción, el permiso de semejantes representaciones” después de dos siglos y medio se hacia necesario prohibirlas, “por grandísimos pecados, imponderables inconsecuencias, irrisiones, vanas observaciones, irreverencias, supersticiones...” que habían resultado de ellas.
     En el siglo XVIII apareció el nombre “son” para designar jarabes, jaranas, huapangos y otras variantes mestizas. De carácter alegre y picaresco, su origen esta en las seguidillas, fandangos y zapateados españoles, sin quedar exentos de la influencia negra. En esa época se le dio el nombre genérico de “sonecitos del país” a todas las danzas populares. Estas continuaron indignando, escandalizando a la gente de la iglesia, son numerosas las quejas de “… los sones y cantadas profanas inventados para liciente de la sensualidad y que tanta cabida han llegado a tener en los teatros y en bailes de toda clase de gente”. En efecto, hasta en las capas superiores de la sociedad se empezaron a admitir muchas de estas danzas. En las fiestas de la aristocracia se solía llevar mulatos para que amenizararan la reunión bailando el zarabo y otros bailes, y hacia finales del siglo se acostumbraba cambiar la música de los relojes europeos por sonecitos populares.
     La iglesia fue también invadida por esta música, y son muy numerosas las denuncias, hechas ante la Inquisición o las autoridades civiles, en las que se menciona que se cantaba y bailaba ante los altares, y que la música de los bailes del pueblo se ejecutaba en las ceremonias religiosas. Un sacerdote describe que al estar oficiando en una misa solemne, el organista ataco con estruendo, en plena nación, el son del pan de manteca…  también se investigaron y condenaron los bailes y cantos de las bendiciones y del animal, consideradas irreverentes e inmorales. En 1803 se denunciaron en Veracruz los sones de toro viejo, toro nuevo, torito, alegándose que usaban “de los movimientos, acciones y señas más significativas del acto Carnaval”.
      El jarabe fue blanco favorito de los ataques de la iglesia y la mojigaterías, ante puros ojos  aparecían como el epitome de mas desenfrenada sensualidad. Esta variedad de son, que fijo su forma hacia finales de la época colonial se practica en diversas zonas del país especialmente en los estados de Michoacán y Jalisco, conservándose las formas más interesantes en el Istmo de Tehuantepec – jarabe Tehuano- Veracruz- jarabe de Sotavento-, Tabasco y Yucatán. Durante la Guerra de Independencia el jarabe adquirió connotación  revolucionaria, y fue adoptado por su gente, extendiéndose su ejecución a todo el país. Otro variante, el pan de jarabe, fue denunciado como obsceno en Puebla en 1789, y en México, en 1796. El jarabe gatuno ofendió de tal manera a las autoridades eclesiásticas que el virrey Marquina en un edicto del 15 de Diciembre de 1802 prohibió su ejecución y lo proscribió de los escenarios, bajo pena de excomunión y doscientos ducados de multa, dictaminando que era:

    “Tan indecente, disoluto, torpe y provocativo, que faltan expresiones para significar su magnidad y descendedura, y deben en el con las coplas acciones, gestos y movimientos el veneno mortal de la lascivia por los ojos odios y demás sentidos, cuando lo bailan in presencian.”
Para entonces la lista de “sonecito del país” eran ya muy extensas e influidas: huapango, jarana, la bamba, las negritas y negritos, el churripampli, la indita, los bergantines, el zanganito, el gato, el bejuquito, las chipicuaracas, el chimiztlanes, perejiles, totchi, la cosecha, el fiscalito, la india valedora, la lloviznita, la panterita; todos ellos acusados de tener “unas letras llenas de expresiones las mas torpes unidas a movimientos indignísimos”. Muchos de estos bailes ocuparon un lugar destacado dentro de los espectáculos teatrales.
      Mientras tanto de España seguían llegando bailes y encontramos, además de las seguidillas, fandangos y zapateados del siglo XVI, voleras, peteneras, tiranas, gaitas. También llego a la danza de los toreadores, que pronto adquirió formas nuevas: toritos, toriteros, caporales, hortelanos; que se bailan  aun en algunos pueblos en las fiestas de los santos y patronos tampoco las escuelas de danza, en las cuales se enseñaban y ejecutaban hasta altas horas de la noche muchos de los bailes prohibidos, se libraron de ser atacados. En 1779 el virrey Bucarelli mando a publicar un bando en el que declaraba:

Prohibido en lo absoluto la concurrencia de ambos sexos en tales casas, tertulias o escuelas de danza: y solo queda permitida la asistencia de hombres hasta las 10:00 en punto y no mas; imponiendo como desde luego impongo, a los maestros, o dueños de ellos, que lo contrario ejecutaren, la pena de cuatro años a un presidio ultramarino, y a los músicos que asistieran la de seis meses de cárcel.

En 1800 el virrey Marquina prohibió definitivamente la asistencia a dichas escuelas, ordenando “que no haya casas de bailes ni disolución”, y reafirmando la validez de los bandos anteriores. En todas las épocas se negó, además, el permiso para abrir tertulias o bailes de paga.   

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
  • Ramos Smith, Maya (1979), “Danza de salón y popular en los siglos XVII y XVIII”, La danza en México durante la época colonial, Alianza Editorial Mexicana-Consejo Nacional Para las Cultura y las Artes, México, D.F., pp.35-46.

RECOMENDACIONES DE LECTURAS
Ángel G. Quintero “Salsa, identidad y globalización. Redefiniciones caribeñas a las geografías y el tiempo”, Antropología, núms. 15-16,Madrid, marzo-octubre, 1998




Qué es la danza?

Por qué bailar?




Wuppertal Tanztheater es una Compañía Alemana asentada en la ciudad del mismo nombre.

Y tú… ¿por qué bailas? 

Por Germán García G.

y cuyo trabajo ha recorrido los más variados escenarios del mundo. Incluyendo México durante 30 años.
El trabajo de estas décadas ha inscrito a la agrupación en la corriente de la danza-teatro, cuya orientación guía el flujo dramático en escena y desemboca en trabajos altamente emotivos, pasionales, exploradores de las condiciones humanas que nacen paradójicamente de lo que probablemente sea considerado lo más inhumano: la guerra, los conflictos, el estado extremo de la situación mundial. 

Heredera y al mismo tiempo forjadora del nuevo expresionismo alemán de la posguerra, a Pina Bausch, directora del Grupo, le ha interesado siempre hablar de los temas que cualquiera preferiría omitir luego de un conflicto como la Segunda Guerra Mundial. Más aún, quizá sólo el arte podría hacer hablar a una Alemania atormentada por lo ocurrido. Es por tanto, una especie de voz que observa las heridas, y las cura a través del lenguaje que le es propio: la danza. 

La Compañía se entrena fundamentalmente en ballet y danza contemporánea y aparentemente puede ser como cualquier otra Compañía con la rutina propia que un bailarín debe cubrir: clase diaria, montaje creativo, presentaciones. Sin embargo, para Pina los bailarines son personas antes que cuerpos. Son seres sensibles con anhelos de expresarse y no necesaria y exclusivamente atletas de Dios, entrenados principalmente para la contemplación. Son seres que piensan y que a través de su entrenamiento pueden conseguir lo deseado. 

Por eso su método se centra en personas, en lo que pueden decir, en lo que quieren expresar y a partir de allí continua el camino del entrenamiento y la técnica como vía de expresión. Basado en esto, sus trabajos dependen fundamentalmente de cada uno de los integrantes, de quienes extrae los mensajes en forma unívoca e irrepetible.

En 1982 nace de esta Compañía la pieza Nelken (Claveles), trabajo creado por y para los bailarines integrantes del taller en ese momento. A lo largo del tiempo este trabajo se ha presentado (y se presenta) siempre con los mismos bailarines, sin importar que algunos de ellos estén en otras Compañías; cada uno regresa a conformar el elenco para cada función.

Esa es la concepción del trabajo de Pina Bausch. Como cada persona tiene algo suyo que decir, es insustituible. Durante el proceso de montaje, la coreógrafa tuvo en mente poner en escena pasajes de la vida de los bailarines, o sucesos que les fueran importantes y que los hubieran marcado de cierta manera. Compartir esas experiencias con el público participante, bailando sobre 10,000 claveles, se convirtió en el objetivo. Durante el proceso de montaje surgieron partes muy emotivas. Un bailarín comentó que estuvo en una residencia en Nueva York, y de su experiencia recuperaba más que entrenar ballet de alto nivel, el hecho de haber aprendido el lenguaje de señas que utilizaba con su vecino. Un día se enteró de que se podía cantar (y desde luego, bailar) con este lenguaje y le pidió a su amigo sordomudo que le enseñara algo. Lo primeo que aprendió fue The Man I Love . Así, su pasaje pasó a escena en un cuadro donde el intérprete solo, parado en medio del escenario, hace bailar sus manos con la música de Gershwin y la voz de Ella Fitzgerald, ante un público sorprendido por el espectáculo.

La bailarina que a la postre se convertiría en la imagen de Nelken, quiso compartir la herencia de su padre: haber aprendido de él a tocar el acordeón. Alguien más recordó que lo que aprecia de la gente era la cercanía. Entonces en cierta parte de la función, un personaje vestido de smoking pide a la audiencia ponerse de pie, y seguir unas sencillas instrucciones: ubicar a una persona a su lado, ponerse enfrente uno del otro, levantar el brazo derecho, dejar el izquierdo abajo, luego dar un paso al frente y después cerrar los ojos y juntar las manos en la espalda de la otra persona. ¿El resultado? Un abrazo colectivo en medio de una función de danza que nos hace recordar quiénes somos y porqué estamos allí. Más de uno llora en esa parte. 

Este Grupo es más que danza. Lo comprueban las escenas alejadas de la sensiblería y más bien apegadas a los sentimientos que con frecuencia no dejamos fluir. Luego de una hora de espectáculo, un bailarín se detiene en un extremo del escenario e increpa al público en un español con fuerte acento francés. Les recuerda que probablemente estén hasta ese punto de la función decepcionados por ver a una Compañía de danza que poco ha bailado y en una especie de monólogo explica que él es bailarín y que si lo quieren ver bailar lo puede hacer. Enseguida ejecuta con impecable técnica, sobre el tapete de claveles, un manège de pirouettes, grandes saltos y jetès para terminar en una serie de pirouette, fouettés… pirouette, fouetté; no cabe duda, los bailarines bailan. 
Durante el proceso de montaje, casi todos dieron algo de su propia experiencia, pero todos se cuestionaron la razón por la que bailaban. Un día la coreógrafa les preguntó por qué lo hacían y si acaso se hubieran detenido a pensar la razón. La respuesta se encuentra en la escena final de Nelken. 

Los bailarines, adoptando una foto de los grandes ballets, sudados con el sudor de más de dos horas, con el vestuario semi destruido y pisando miles de claveles, esperan su turno frente a un micrófono colocado en el proscenio.

Lo que contestaron es real. Todos lo hacen en el idioma propio del público. Todos se esfuerzan en hacerlo así sin importar su idioma de origen. 

Una bailarina japonesa dice que toda la vida creyó tener la vocación para ser maestra de kínder. Sus insolentes alumnos acabaron pronto con su paciencia y buscando calmar sus nervios entró a clases de ballet. Por eso es ahora bailarina. 

Un bailarín dijo que sufría de insoportables dolores de espalda causados por el karate, mismo que intercambió por la danza en su vida; otro más dijo que recuerda que su primera función de ballet la vio a los 5 años y fue el Cascanueces. Luego, en su vida comenzó a atormentarle su identidad sexual y tratando de encontrarse a sí mismo entró a hacer ballet. Cuenta que ahora disfruta más que nada el Cascanueces y que resolvió su tortura. 


Pina Bausch Tanztheater Wuppertal - Foto: Ulli Weiss

También se encuentra el desempleado que tratando de ocupar el tiempo y alejarse de su situación comenzó a bailar, o la histérica que buscó paz en la danza como medio de evitar el suicido y a cambio encontró su vocación. Inevitablemente apareció también quien fue arrastrada por su madre a las clases de ballet como medio de espiar su propia frustración. Una vez entendido eso, hizo de la danza su forma de vida. 

Parecieran razones alejadas de la misma danza. Razones sin embargo, humanas. Quizá las razones menos sospechadas para bailar frente a un público que espera recibir algo que se quiera compartir. Las razones sin embargo coinciden en cierto punto: en la complicidad con los otros, en la locura por hacerlo, en la necesidad de hablar con los pies y con el cuerpo cuando no se puede de otra forma; coinciden en el punto de creer que la vida puede ser mejor y que el arte tiene ese poder de transformación. 

Y tú… ¿por qué bailas? 

Por Germán García G.
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